sábado, 24 de diciembre de 2011

"Remembranzas, por ríos de agua fresca"


                                 
                                  En el Café Teatro La Mama


 

Por mucho que he caminado me parece que se ha perdido ese arte de llover que se ejercía como un poder terrible y sutil en mi Araucanía natal.
Llovía meses enteros, años enteros. La lluvia caía en hilos como largas agujas de vidrios que se rompían en los techos, o llegaban en olas transparentes contra las ventanas, y cada casa era una nave que difícilmente llegaba a puerto en aquel océano de invierno.
(Pablo Neruda. Confieso que he vivido)

                                 
                                  Remembranzas, en Münster Kirche San Francisco
                                  finales de Julio del 2010


Es hora de permitirme enlazar recuerdos en silencio–. Lo dice muy adentro y se deja caer en la mecedora mientras las imágenes van llegando lentamente, cubiertas por el rocío de la mañana. Un viejo sillón se instala junto a la mecedora casi exterminada por los años.

La anciana busca con la mirada aquello que tanto la atormenta, ningún rincón escapa a su inspección sigilosa. Entonces la habitación hace juego con su rostro, marcado con señales de destino, su destino. Cada ladrillo es espejo de su memoria cansada, como los golpes de la lluvia sobre el tejado. (Cap.I)





Mi cuerpo empezó a cambiar. De mujer enamorada de la revolución y de un hombre de montaña. Pasó a ser nido. Algo en mí se movía como el río de mis venas; como la tierra en plena madrugada; como el viento viajero de la noche; como la cristalina lluvia que mojaba mi cabello de mil formas diferentes. Mi vientre se hacía el mejor taller de seres humanos, allí con los mínimos detalles se iba formando un ser maravilloso que cambiaría mi vida para siempre. (Cap. III)



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