¿Cómo?,
ya no hay tropiezos, puedo caminar sin apoyo, unas horas antes estaba
completamente lleno de seres humanos y..., ¡el fogón en el mismo
sitio de siempre! La abuela me toma con sus manos pequeñas y me
trasmite sus palabras en un lenguaje que no entiendo pero no me
importa porque esas palabras me hacen fuerte, me llena de sabiduría
y una luz entra como chorro por mi cabeza de hombre frágil y me
fortalece. Mis manos buscan su rostro y entonces quedo impregnado de
las miles de líneas que son su secreto, ella me lo permite. Me
despido como me enseñó y una sonrisa se dibuja perfecta en su
rostro, también me enseñó a mirar a través del corazón. Salgo
renovado y sin permitirme ser golpeado por las piedras del camino,
hay mucho por recorrer me dijo.
(...)
Se
abre la puerta de madera, escucho perfecto la melodía, igual que la
suave voz de mi poeta: poco a poco se va desdoblando la belleza del
río ante nuestros ojos, si tuvieras esos ojos buenos no dejarías de
estar pegado a la ventana viendo todo ésto. No digo nada porque él
tiene razón. Mis ojos estarían detallando esa hermosa geografía
para mis libros. Pero no. sigo atado a mi mundo. Me quedo en la silla
mecedora y desde allí intento dibujar lo que Haider me va diciendo.
Nos volvemos seres sensibles, seres pequeños ante tanta
magnificencia.
¿Por
qué Elisa se demora tanto?
(...)
Y
fue así que mis ojos no necesitaron estar vivos para descubrir la
geografía de sus pechos, de su pubis, de su vientre, de sus labios
carnosos, de su piel morena. Nos amamos con ese amor reprimido de un
primer amor, de un amor clandestino, de un amor inocente hasta que la
noche llegó y se fue, hasta que el alba surgió de repente y con el
grito de la niña desde el río: “Maaaaa el río viene rabioso”
(...)
Luego llegó a lo que algún día
fue su casa, donde su madre lo esperaba moribunda, tirada en una
cama, mendiga de la soledad y del abandono. Rodeada de ratas que
chillaban a más no poder por debatirse su cuerpo tan pronto
expirara, muy condescendientes pensaba la mujer. Su esposo detenido
por subversión irremediable, decía el dictamen. ¿Qué habían
hecho? Él la miró por largo rato como si tratara de remediarlo todo
con su mente y luego fueron sus lágrimas culpables las que rodaron
sin consuelo, se aferró a esa vieja debatiéndose con la muerte que
llegó al mismo instante y al verse desafiada se marchó jurando con
su tridente que les daba tregua, la vieja moribunda comprendió que
esto significaba sólo unos cuantos días.
Hola mujer, me gusta ese manejo sútil a dos voces en el texto, es mi percepción, te pregunto estos son apartes están geniales.
ResponderEliminarHola mujer, me han gustado estos fragmentos y el manejo a dos voces, te pregunto ¿por qué Haider?
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